sábado, 27 de octubre de 2012


¿Qué debería pensar o sentir?

La historia sólo la conoce desde su perspectiva no por egoísmo, sino porque no hubo el valor, la lealtad, la confianza, el respeto ni la compasión para ayudarle a ver el complemento.
Sufrió una pérdida importante y ahora vive… sobrevive a su duelo.  
Sentada en el balcón de los recuerdos, sabe que es cuestión de tiempo. 
No es fácil. Nada trascendental lo es.
Remembranzas entrelazadas con lágrimas. Anhelos difíciles de desvanecer. Preguntas sin respuesta. Preguntas… preguntas.
Y ahora, ¿qué más da tener respuestas? ¿Qué se podría hacer con ellas? ¿Qué haría ella con ellas? ¿Qué se ganaría? ¿Para qué?
¿Por qué no puede ser más sencillo? Algo así como borrar de la memoria los sentimientos, el tiempo, las ocasiones, las personas…  
¿Por qué no olvidar que lo sigue queriendo?
…Más preguntas. Ninguna respuesta.
Sí. “esto es muy parecido a estar saliendo de un manicomio para entrar a un panteón.”

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“Espero curarme de ti en unos días. Debo dejar de fumarte, de beberte, de pensarte. Es posible. Siguiendo las prescripciones de la moral en turno. Me receto tiempo, abstinencia, soledad.

¿Te parece bien que te quiera nada más una semana? No es mucho, ni es poco, es bastante. En una semana se puede reunir todas las palabras de amor que se han pronunciado sobre la tierra y se les puede prender fuego. Te voy a calentar con esa hoguera del amor quemado. Y también el silencio. Porque las mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se dicen nada.

Hay que quemar también ese otro lenguaje lateral y subversivo del que ama. (Tú sabes cómo te digo que te quiero cuando digo: «qué calor hace», «dame agua», «¿sabes manejar?», «se hizo de noche»... Entre las gentes, a un lado de tus gentes y las mías, te he dicho «ya es tarde», y tú sabías que decía «te quiero»).

Una semana más para reunir todo el amor del tiempo. Para dártelo. Para que hagas con él lo que quieras: guardarlo, acariciarlo, tirarlo a la basura. No sirve, es cierto. Sólo quiero una semana para entender las cosas. Porque esto es muy parecido a estar saliendo de un manicomio para entrar a un panteón.” (Jaime Sabines)

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